miércoles, 1 de abril de 2020

Danza Zaar

La danza ritual del Zaar o Zar tiene su origen en algunos países de Medio Oriente, (especialmente Egipto), y el norte de África incluyendo Marruecos, Argelia, Arabia Saudita e Irán. Es un baile ritual cuyos movimientos son rítmicos y repetidos y en donde la bailarina se deja llevar para encontrar una catarsis en al cual todos los movimientos parecen ser causados por un trance hipnótico que nace del ritmo.

Tradicionalmente, se realizaba con el objetivo de curar a los enfermos del alma, es decir, una especie de exorcismo donde se trataba de calmar a los malos espíritus y demonios que causaban el mal y así, curar al afectado, consiguiendo que estos le dejaran tranquilo. Lo realizaban exclusivamente mujeres, colocando al enfermo en el centro de un círculo formado por las bailarinas, y se sacrificaba un animal con cuya sangre se manchaba la ropa del enfermo. Después comenzaba el baile llegando al trance, que con dicho trance llegaba la cura del espíritu maligno y se procedía a cambiar la ropa sucia del enfermo por otra limpia, terminando así la ceremonia. La danza era transmitida de madres a hijas, pero con la llegada de la ley islámica, la danza fue prohibida. Hoy en día se baila como exhibición, con músicos especialistas de este ritual y generalmente gratis.

Para acompañar la danza se usa solo un instrumento de percusión (por ejemplo, el Zār Tanbura) y el ritmo utilizado tiene como base un Ayub muy lento y acompasado, volviéndose cada vez más intenso. Los movimientos surgen desde el torso e incluyen movimientos con la cabeza que pueden inducir a una especie de mareo o trance y los cuales deben ser efectuados con cuidado ya que la idea es no afectar las delicadas articulaciones del cuello.

Esta danza se ha ido incorporando en los escenarios y su objetivo principal está relacionado con el fluir a través del ritmo ya que no es una danza para mostrar dotes o virtudes al espectador, sino que es una danza por y para la bailarina, para conectar con su esencia, para entrar en un estado de libertad a través del movimiento.
En la actualidad, la bailarina que hace esta danza porta en ocasiones un pequeño brasero de mano con borkhul (una especie de incienso aromático), o va acompañada de un hombre que bendice su cabeza con dicho incienso. Este baile presenta mucha dificultad puesto que hay que representar la intensidad y dramatismo de esta ceremonia y convertirla en baile.




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