La sevillana es el principal estilo del folclore bailable de Sevilla, descendiente directo de la seguidilla que se practicó en la capital andaluza desde el siglo XVIII, inscrita dentro de los bailes de la escuela española de palillos, la escuela bolera. Entre las variantes más cultivadas destacan las boleras (tradición de la escuela bolera), de las cruces de mayo, corraleras (patios vecinales), bíblicas (modalidad de sevillanas oriunda de Alosno (Huelva) con letras referentes al Antiguo Testamento, lo que nos induce a pensar en un origen judío de las mismas), de feria, rocieras (dedicadas a la Blanca Paloma, con gaita –flauta- y tamboril).
La Escuela Bolera está íntimamente relacionada desde su nacimiento con Andalucía, siendo el principal foco de difusión del momento. En Andalucía, se abren academias donde se imparten métodos de enseñanza de esta danza, tan destacados como: Juan Esquivel Navarro, Félix Moreno, Manuel y Miguel de la Barrera, Amparo Álvarez la «Campanera», Faustino Segura y la renombrada saga de los Pericet , radicada en Sevilla.
Estos artistas renovaron y ejercieron su influencia, manteniendo su estrecha conexión con la danza clásica, si bien conjugándola con los bailes populares re-elaborados y el repertorio de bailes teatrales o de escena de extracción popular.
El baile flamenco también ejerció una gran influencia en la Escuela Bolera, siendo de hecho el resultado del encuentro de dos escuelas de danza: la de las bailarinas boleras y de las calés andaluzas. Un encuentro que se produce, hacia mediados del siglo XIX, sobre las tablas de las academias de baile que ofrecían funciones o ensayos públicos. Un diálogo en el que se fragua una fusión trascendental en la historia de la danza: la de los bailes boleros andaluces y los bailes gitanos.
Las sevillanas boleras pertenecen a los bailes de palillos Estos bailes, se interpretan con zapatos o chapines, se bailan a ras de suelo y en ellos se suele zapatear.
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