martes, 26 de febrero de 2019

Jota Serrana de lo Pedroches


Al norte de Córdoba se sitúa el valle de los Pedroches o los Pedroches o la comarca de los Pedroches. Tierra de las bellotas por su inmensa dehesa de encinar; de oro verde ecológico y serreño por su escondido, sobrio, humilde y duro olivar; de gentes de antaño sencillas, castigadas, olvidadas y justas, de carácter poco andaluz mirando más a La Mancha y Extremadura, con las que nos asemejamos por claras señas de identidad. Fue calzada esencial con los romanos, zona fronteriza de Al-Ándalus y paso territorial en el camino de Córdoba a Toledo, obligado hasta que cayó en desuso al desviarse la salida de Andalucía hacia el centro de la Península por Despeñaperros. Y fue, afortunadamente, ruta de trashumancia de los pastores extremeños y norteños, así como viajeros, peregrinos, trovadores y juglares que influyeron extraordinaria y de definitivamente en el acervo cultural y social y, cómo no, en la tradición oral de la música. Sin olvidar, claro está, la semilla musical plantada por monjes predicadores en sus misiones evangelizadoras. Si a esto le añadimos la migración que se dio después de la Reconquista y que trajo a los Pedroches personas del norte e incluso de Portugal, nos explicamos las numerosas tonadas y variaciones musicales casi idénticas a las que se dan en Cantabria, Galicia o Castilla. 

 De esta forma, nuestra música tradicional se ha conservado en el tiempo casi intacta no por la diligencia y fervor de sus habitantes, ni menos aún por el buen hacer de una política de cultura tradicional ni siquiera existente, sino por el hecho natural del aislamiento y hermetismo que produjo el abandono de esta comarca como vía al norte que, en mi opinión se convirtió junto con la Alpujarra granadina y la sierra onubense, en la más rica reserva de música de tradición oral de Andalucía. Lo cual no indica, en absoluto, que sean precisamente las zonas más investigadas y estudiadas a esta sazón. 

 Para caracterizar nuestra música diría que nos movemos entre una extensa y riquísima tradición de simbología religiosa, devenida de la transformación de cultos profanos inmemoriales, y otros modos heredados o propios de dos culturas bien diferenciadas, la del olivar y la de la dehesa.

En la gran sierra de olivar: este ámbito geográfico merecería un estudio aparte porque en él se ha desarrollado a través de los años una forma de vida tal que por sí misma generó una cultura y unas pautas de conducta singulares, lo que nosotros llamamos la “cultura del olivar”. Explotado desde el siglo XIX, con una extensión de 25.000 hectáreas y 3.000.000 de olivos de sierra escabrosa, llegó a conformar una sociedad poco controlada y libre que derivó en un folclore basado en las faneguerías o grupos de trabajo que mantenían su propia autoría de coplillas, canciones y romances. La cultura del olivar pues, nos ha proporcionado la fuente principal de la jota serrana, de influencia principalmente manchega, con una ingente variedad en las melodías, parecidas unas, y otras no, a las de otros lugares, y a cientos de letras en su mayoría compuestas. También hemos escuchado cantar historias de hechos acaecidos en el pueblo o durante la recolección, a modo de romances, canciones dedicadas al manijero, canciones de corro, bromas recibidas por los rondadores de otros cortijos; siniestros y pesados juegos impensables en estos días pero que entonces hacían la delicia de todos. 



 La Jota Serrana de los Pedroches. 




Según el musicólogo pozoalbense Luis Lepe Crespo, la jota además de ser la danza más común y tradicional de toda España, es también el baile más popular y con más arraigo de la sierra y los pueblos de Los Pedroches, o por lo menos así fue durante muchos años. La primera vez que se cita la jota como baile es en el sainete de don Ramón de la Cruz «La Junta de los Payos», de 1761, en el que se diferencia además la jota de la seguidilla.



La denominación de jota en el lenguaje de los intérpretes e informantes responde a tonadas muy diversificadas en la estructura de desarrollo melódico, en el estilo interpretativo, en el carácter y en los matices. Sin embargo, hay en todas ellas elementos comunes que nos permite pensar que se trata de un mismo género musical. No cabe duda de que nuestras jotas tienen influencias, tanto manchegas como extremeñas, pero la gente de nuestra sierra supo crear su propio estilo manifestándolo en la forma y manera que sentían, y como dijo Demófilo, «el folklore es de donde se canta».


Nuestra jota es de sonoridad uniforme y reiterativa, siempre mayor tonal, aunque a veces las hay menores, y es acompañada con unos recursos muy limitados desde el punto de vista musical, dos únicos acordes, el de dominante y tónica aunque a veces también el de subdominante, de un modo mayor. Su clara naturaleza tonal no permite atribuirle una antigüedad que vaya más atrás de la vigencia de la música tonal.

 La Jota Serrana de Pozoblanco



La jota como «danza» parece que existía en nuestra comarca al igual que en toda España desde tiempo atrás, pero los siguientes puntos hicieron que se constituyera en un estilo propio, de carácter localista, muy próximo a sus gentes y muy relacionado con la sierra y sus faenas:



  1. La repoblación de los Pedroches en varias ocasiones con Castellanos, Leoneses, Aragoneses, Vascos etc. Dice Arturo Luna (historiador local), «que la repoblación del olivar la hicieron los Portugueses y los Aragoneses». En el libro de «Danzas de Córdoba» Monte de Piedad 1983, sobre temas Andaluces, dice, «que en los Pedroches la jota estableció su dominio. Sus orígenes parecen derivarse de la jota Manchega, introducida por los vecinos que en los siglos XVII y XVIII se desplazaban a la Mancha para intervenir en las faenas de recolección».

  2. La plantación masiva del olivar, aunque había empezado a principios del siglo XIX, a mediados ya era un hecho. Sobre esto Dice Juan Ocaña Torrejón en su libro «la Historia de la Villa de Pedroche y su comarca en 1962» ....«que existe una extensa zona de olivar, de creación reciente, que tuvo su origen en 1840 cuando los vecinos de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba dieron comienzo a injertar en olivo el acebuche u olivo salvaje, de los que en gran parte estaba poblada la Dehesa de la Concordia. En 1869 solicitaron de las Cortes Constituyentes y Gobierno el reconocimiento de propiedad de las parcelas que habían puesto en producción. Les fue concedido su deseo por Decreto del 21 de diciembre de aquel año. Los de Pozoblanco lo hacían en las parcelas llamadas Chimorra, Sierra del castaño y Cerro de las Obejuelas; los de Villanueva en las cuencas de los ríos Gato y Varas, hasta la formación del Guadealmellato. En otras villas comarcanas les sucedió algo parecido, si bien con menos intensidad». La plantación corrió a cargo de los campesinos, fundamentalmente de Pozoblanco. 
  3. La masiva afluencia de personas que se van a trabajar a las faenas del olivar en aquellos años, conforman grupos de cuadrillas o faneguerías, que facilitan la conexión y creación de un folklore musical y oral unitario, con sus costumbres y hábitos. Fco. Redondo Guillén en su trabajo «Pozoblanco Capital de los Pedroches» dice que la jota nació y se cultivó en las clases populares. 
 Todo esto hizo que se dieran las circunstancias apropiadas para la creación y desarrollo de un lenguaje autóctono y de mucha importancia en la vida cotidiana de nuestros antepasados (padres, abuelos, bisabuelos etc.) que gracias a estos bailes, a estas danzas, a esta forma de cantar e interpretar crearon un estilo propio muy enraizado en su forma de ser, y que todos nosotros tenemos la obligación como mínimo de conservar, para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos lo puedan conocer y valorar. 
 


La danza es mixta y puede ser bailada por 4, 6 u 8 parejas con ligeras variantes a los gráficos que adjunto-. En algunos casos, además de los panderos y panderetas, y si algún virtuoso se encontraba a mano, acompañaba el canto con el rabel o la guitarra. Así era esta danza y así es como la siguen bailando en la actualidad los serranos y los grupos de danzas existentes en nuestra comarca.


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