Su origen puede encontrarse en el marco de alguna canción bailable, anadaluza o americana, del siglo XVIII. José Cadalso, en sus Cartas Marruecas (1733), pone en la voz de un joven las siguientes palabras: "en sabiendo leer un romance, y tocar un polo, ¿para qué necesita más un caballero?", atribuyendo carácter instrumental al género. Años más tarde, en 1779, el conde de Noroña lo describe como "el quejumbroso polo agitanado", apuntando que, sin quejumbre, el polo es gacho, payo y no gitano.
A la sazón, es importante anotar que, en la música venezolana, existe el polo bailable ya desde el siglo XIX. Cotarello y Morí nos transmitió los siguientes versos procedentes de un entremés anónimo de mediados del siglo XVIII, en el que se citan algunas ciudades americanas como La Habana, Portobello, Veracruz, Lima y Buenos Aires, “si tú me amaras / serias solo / quien te tocara / y bailara el polo”, trazando un incesante viaje por el continente latinoamericano.
En el polo flamenco propiamente dicho diferenciamos entre el denominado polo Tóbalo destinado a voces graves y el polo natural para voces más agudas. En general la forma flamenca del polo se atribuye al mítico cantaor Tóbalo de Ronda (Cristóbal Palmero). Esta teoría se basa en la cita de Estébanez Calderón que nos habla de un Polo Tóbalo, sin citar al cantaor, aunque sí se refiere a El Planeta como “el rey de los polos”. El denominado polo Tóbalo ha llegado hasta nosotros a través de Pepe de la Matrona, quien lo canta en tonalidad modal propia de la caña, cuya letra la encontramos en el romance del Conde Sol: “tú eres el diablo romera / que me vienes a tentar / no soy el diablo romera / que soy tu mujer natural”.
Por otra parte es interesante apuntar que el polo Tóbalo lo cierra Matrona con el siguiente macho: “De la Habana vengo señores / de bailar un fandango / que entre muletas y chinas / me lo están chancleteando”. Este macho es anterior al introducido por Curro Dulce, cantaor que imprimió rasgos personales al polo diferenciándolo de la caña, interpretándolo después de cantar la caña y cerrándolo con la soleá de Triana que corresponde a la denominada soleá apolá. Fernando Quiñones considera creador de la soleá apolá a Paquirri el Guante, quien definió el género como cante mixto de soleares y polo con el que se remataba cañas, polos y antiguas malagueñas. A todo esto algunos estudiosos niegan la existencia del polo considerado una variante de la caña realizada por Curro Durse.
Como ocurre en muchos otros géneros flamencos la personalidad creadora de Antonio Chacón es la que imprime una cuadratura melódica definitiva del polo. También existió la “policaña”, lo que nos acerca a un género mixto que seguramente influyó en las versiones que diferencian hoy la caña del polo.
García Matos nos habla también del medio polo, con los tercios (versos melódicos) más breves. El primer tercio del polo se suele desarrollar en el registro agudo del cantaor, que sucesivamente va descendiendo hasta llegar a los cinco (o seis) melismas (ayes) que lo caracterizan. El compás sobre el que se canta el polo es el de soleá, y se interpreta sobre una estrofa de cuatro versos octosílabos donde rima el segundo y el cuarto. Demófilo recogió 37 estrofas que, según él, se cantaban indistintamente para el polo o la caña.
El baile aparece en el siglo XVIII como uno de los más populares junto con el de la caña, el tango, el zorongo gitano y la rondeña. Puig Claramunt apunta el baile del polo como solista femenino y con profusión del zapateado.
Información obtenida de Flamenco Viejo
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