Su zona de dispersión comprende toda la región llana de Tucumán, Santiago del estero y las provincias colindantes, descendiendo por el oeste hasta la Rioja y San Juan y subiendo hasta territorio Boliviano. Cada zona presenta diferencias respecto de las demás.
Se entonan sobre todo durante el carnaval y constituyen el repertorio de las comparsas de disfrazados.
La forma de estas composiciones está condicionada por el texto; en ellas se presentan coplas solas, quintillas o sextillas y más a menudo coplas con estribillos intercalados, a los que a veces se agrega una trova.
Se distinguen varios grupos de melodías, según sus determinadas escalas: los antiguos modos de RE y FA, la escala Bimodal, con cuarta aumentada, con cuarta justa o con ambas alternadas, con la Tetrafónica y la Pentatónica, o escalas híbridas con mezclas de estas ultimas con europeas, modernas y antiguas. La más constante es el acoplamiento de terceras paralelas, (excepto en las vidalas tetrafónicas y pentatónicas).
En cuanto al acompañamiento de las vidalas, es regla que estas lleven percusiones de caja o tambor siguiendo el ritmo del canto, se agrega muchas veces la guitarra que produce acordes arpegiados o rasgueados.
En Catamarca, según Carlos Villafuerte, la vidala es la canción mas auténtica de la gente del pueblo. Se acostumbra cantarla en las fiestas o cuando se realiza algún trabajo. Cuando se hallan de fiesta, hombres y mujeres forman un circulo colocándose alternados y echándose los brazos al cuello. En el centro del círculo se coloca el que toca el tambor para acompañar el canto. A éste se lo llama cajero. Uno de la rueda dice una copla y todos la cantan balanceando el cuerpo al compás del tambor. A este balanceo se lo llama chulanchar. Después de cantar los versos agregan un estribillo. Así continúan hasta que todos hayan echado su copla, que se canta con el mismo estribillo.
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